Empezó a montar con 7 años, ya que mi padre tenía una hípica. Entonces descubrí que era mi pasión. Posteriormente, me apunté en un centro de salto y me di cuenta que saltar me gustaba más que ir al campo.
Tuve una poni D de salto, Juliana, con la que empecé a competir. Lo que más me gusta de saltar es la adrenalina que te da.
Cuando vengo a montar me relajo y me olvido de mis paranoias mentales. Me permite desconectar. Es muy importante el vínculo con el caballo.
Ahora tengo un caballo que se llama Gigi, tiene 6 años y salto 1.10.