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Empecé a montar a los 4 o 5 años con poni. Al principio hacía raid los fines de semana y, al querer dedicarme más días, decidí venir a Can Caldés; así es como me inicié en el salto. Hace un año que tengo caballo, se llama Rasier. Es, sin duda, una responsabilidad enorme que te obliga a tener disciplina y te prepara para ser responsable. Al principio no era capaz de pararlo y me frustraba. Lo fui conociendo y entendiendo. Luché mucho y con el tiempo y mucho trabajo, y no rindiéndome, lo conseguí. En un concurso te lo juegas todo en 60 segundos, pero detrás hay muchas horas de trabajo.

La equitación me aporta mucho. Estoy muchas horas en la escuela y cuando vengo soy capaz de olvidarme de todo, estoy centrada y desconecto.

Te ayuda también a trabajar la frustración; va muy bien para regularte, luchar y, cuando lo consigues, la satisfacción es muy grande. Montar es un 50-50%, sin uno no va el otro. Realmente, al tener tu propio caballo, consigues ser más binomio.

Montar te llena mucho de valores y experiencia.

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