Llevo montando a caballo desde los 5 años, pero ya en P3 hicimos una visita escolar a una hípica -como las que hacemos en Can Caldés-, monté en un poni y me encantó. Siempre me han encantado los animales.
A los 5 años empecé a hacer clases montando a pelo, haciendo doma india. Me apunté a muchos casales e hice muchos amigos de mi edad. A los 8-9 años tuve mi primer caballo en esta hípica; lo adoptamos, era un caballo mayor que se portaba muy bien. Se llamaba «Pajarito» porque comía muy despacito.
Lo retiramos y adoptamos otro caballo anglo-árabe, que sólo tenía 4 años, no estaba ni domado. Entonces yo tenía 11 años. Fui a un centro de doma clásica y alta escuela para domarlo y empecé a montarlo. Se llamaba Zeus y fue el amor de mi vida.
Al cabo de un tiempo, con 12 años, me di cuenta de que me faltaba algo y probé otras disciplinas: raid, horseball, volteo, alta escuela, doma y salto. Doma fue la que más me gustó y centrarme en esta disciplina con Zeus.
Entonces mi padre se enamoró de un potro de 6 meses, Frodo, y lo compró. Lo empecé a montar con 14 años, pero me daba mucho respeto; en esa época cogí miedo, pero lo superé echándole narices y atreviéndome. Me quité el miedo teniendo miedo. Esta experiencia me permite entender a los niños que tienen miedo. Me ayudaron mucho las palabras de mi entrenador: «Puedes hacerlo». Siempre he confiado mucho en mis entrenadores. Necesitas un profesional que te ayude a ti y al caballo. El cambio de entrenador es bueno, porque todos los profesores te aportan un punto de vista diferente que después puedes aplicar. El entrenador que más me marcó y más me enseñó fue Ricardo Vera, que falleció el año pasado. Echo de menos no poder llamarle, como hacía habitualmente, para consultarle dudas. Pero siempre intento aplicar todo lo que él me enseñó.
Mi entrenador me encontró trabajo como ayudante de Carlos Torrell, uno de los mejores jinetes de doma. Durante dos años monté a sus caballos, hasta que tuve un accidente y estuve de baja. Era mucho estrés.
El salto también me gusta. Me aporta diversión, adrenalina, pero requiere mucha técnica. Yo soy de doma: me aporta disciplina, te tienes que autoexigir para que el caballo vaya bien, es meticuloso, cualquier fallo es malo, tiene que ir todo perfecto. En mi vida también soy metódica, me gusta planificarlo todo.
Me gusta enseñar, es vocacional. Creo que es muy importante enseñar a los niños cuando son pequeños para que evolucionen más.
Los caballos me han aportado cosas muy buenas, he conocido a mucha gente maravillosa. La hípica me permite estar aprendiendo constantemente.