Empezó a montar a los 8 años, aunque lo deseaba desde muy pequeña. Al principio compaginaba la equitación con el balonmano y el baile, pero al no poder compaginarlo todo, acabó decantándose por la hípica.
Aunque se inició con doma, en cuanto probó el salto quedó cautivada: «Sentí que me daba más energía. Cuando salto no pienso en nada, estoy plenamente focalizada en el presente».
«El caballo me aporta muchas cosas. De los 6 a los 10 años pedía tener un caballo una y otra vez, hasta que lo conseguí. Se llama Pampero. Tener un caballo te permite estar con él siempre que quieras, no tan solo en la hora de clase. Conectas mucho más: cuando salto y no estoy segura, él tampoco lo está; cuando ve que no estoy de buen humor, no me hace «tonterías», es como si dijera «vamos a portarnos bien». Me cuesta imaginar mi vida sin caballo, lo echaría de menos. Un caballo te obliga a ser responsable, cuidarlo, estar por él…».
A Paula le gustaría probar otros deportes ecuestres, como horseball, ponygames, cross…