Ya desde pequeña iba a una hípica a ver los caballos. Empecé a montar a los 8 años y enseguida me encantó. El primer día ya empecé a trotar.
Los caballos aportan alegría y libertad a mi vida; me hacen sentir libre. Aunque tenga exámenes, vengo a montar porque me permite desconectar. Ahora soy más prudente con el caballo que cuando era más pequeña; si alguna vez me caigo, entiendo que me ayuda a coger el caballo más fuerte. Me atrevo a hacer más cosas: confío.
Mi poni preferido es Simba. Me tiene confianza y trabajamos bien juntas. Hacemos un buen equipo. Me gusta tanto el salto como la doma.
Me gustaría seguir montando toda la vida. Cuando sea mayor querré tener mi propio caballo.