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Empecé a montar a los 12/13 años, haciendo clases. Hasta entonces siempre había sido muy miedosa. Cuando monto es como si estuviera en una burbuja, en la que me siento súper bien, tranquila, feliz, me olvido de todo. Cuando estudiaba, el caballo me permitía desconectar de todo y me relajaba.

Estuve montando 4 ó 5 años, hasta que me vi obligada a dejarlo por los estudios. Como me gustaban los niños y los caballos, hice un grado de Educación Infantil y el Técnico 1, en Girona, y el Técnico 2 de equitación, en Santander.

Todos los caballos que he conocido me han gustado, no podría destacar a ninguno por encima de los demás. Todos son diferentes. Aunque cuando conoces a un caballo no sabes cómo va a reaccionar, poco a poco te transmite confianza y les coge mucho cariño y amor. Me encanta mimarlos. Tengo una conexión especial con los caballos, me siento a gusto a su lado, tanto cuando monto como cuando los preparo; es como si los entendiese. 

Aunque soy más de doma, también me gusta el salto. Mi sueño sería tener un caballo y dar clase a niños.

 

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